LA FUENTE DEL RECUERDO

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sábado, 24 de septiembre de 2011

BOCA ARRIBA….. TENDIDA


Por. FABIO RODRIGUEZ M.

Mi perplejidad desbordó la torturante nostalgia que, al despuntar el alba, me produjo su cuerpo tendido en la acera. Dios!!... que espectáculo tan grotesco y horrendo. Una sensación de intensa ira y dolor rodó por mis mejillas.
La recordé, vibrante entre el bullicio de la agitada ciudad, en el ocaso del verano; en la apacible lontananza de la fértil llanura; en el cabalgar apacible, por la verde pradera; en el horizonte embriagador de una puesta de sol en la playa; en la inocente y contagiosa risa de los niños; en el mirar hondo, profundo y sin prisa de los amantes.
Su figura, otrora, hermosa y mágica, había sido la inspiración de los más destacados artistas: músicos poetas, pintores, dramaturgos y en su honor se habían escrito tantos libros, tanta literatura, que reunirlos en solo sitio, sería una labor imposible.
A sus pies, de tersa blancura y deliciosa silueta: reyes, estadistas, políticos, todopoderosos señores y magnates de mil pelambres, se vanagloriaban de ser los dueños de sus favores. Y los menos, los humildes, los sin rumbo, los finitos, los sin futuro, los de ancha espalda y manos erosionadas, de reojo la observaban con la ilusión en vilo de sus ojos, soñando que algún día un guiño suyo les recompensara.
Huésped de los más encumbrados palacios. En los más exquisitos lugares y en los grandes salones, donde a pulmón ardiente se decidía la suerte de todos, ella, solía exhibir su celestial figura. Y todos, en una enfermiza y mental fantasía la poseían. No escapaban a su encanto y embrujo, las veladas de pasión ferviente, que furtivos amantes, al compás de la ardiente piel,  inundaban el alma, con retazos de firmamento, que en un lecho de estrellas  y a la luz de la luna, se extasiaban en su mágica compañía.

La corte de aduladores, disputaban su compañía con la ansiedad feroz de una jauría de hienas, lo hacían sin miramientos, sin escrúpulos. Así en su nombre, por su nombre, y para el goce y el placer del infinito humano, era frecuente ver la tierra envilecida con la sangre de inocentes. Una caricia suya, era, llenar el alma con las mieles de la gloria.
Me costaba trabajo verla en ese lamentable estado y dejar que mi mente recorriera el recuerdo de su sublime mirada. Todos a una, pasaban con prisa, ella desecha y pérdida, allí se consumía maltrecha y socavada.

La duda me invadió, debía cerciorarme  de que en realidad era ella. Con la más honda tristeza, descorrí el retazo de bufanda que cubría su rostro descompuesto y con las señales de la violencia marcada en su piel, aún ensangrentada. El brillo  de sus hermosos ojos me dio la certeza…  !era ella!!. Boca arriba tendida, estaba la ¡!LA VERDAD!!.


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