Por Fabio Rodríguez
El ruido de las sirenas se hizo más nítido. Fady se apresuró y tomó al pequeño Hasam de la mano. Luego, de prisa, buscó la linterna y salió al encuentro de su padre, su madre y su hermana mayor. Los cinco descendieron por las escalinatas y abrieron la puerta de la bóveda que conducía al subterráneo que su padre había construido debajo de la casa, meses atrás.
Mientras se adentraban en el angosto túnel, rumbo al cuarto de refugio, Fady preguntaba a su padre, el porqué de la tardanza en las demoliciones de la ciudad, ya llevaban cinco días y aún no iniciaban la construcción de la Nueva Ciudad, aquella que su padre le había descrito y que tendría muchos parques infantiles, un zoológico, un circo grande, una fuente luminosa, canchas de fútbol, estadio de atletismo, piscina y un gran teatro para ver títeres y películas.
Fady, ansioso preguntó:
- Padre cuántos días faltan para ver la Nueva Ciudad.
Násser le respondió:
- Ten calma hijo, el Señor todopoderoso, tiene su tiempo medido, solo te aseguró que será pronto. Él nos lo prometió y cumplirá. Por ahora hijo, arrópate y trata de dormir, deja que arriba los "demoledores" terminen su labor para que todo esté listo en la Nueva Ciudad.
El pequeño Fady, asintió con la cabeza, se inclinó para recibir la bendición de su padre y junto a Hasam se durmió profundo, Násser terminó de entonar el cántico del poder:*
"Lo hemos revelado en la noche del destino
y ¿cómo sabrás que es la noche del destino?
La noche del destino vale más de mil meses
Los ángeles y el Espíritu Santo descienden en ella
con permiso de su Señor, para fijarlo todo
!!!Es una noche de paz hasta rayar el alba!!!
!!!Es una noche de paz!!!... !!!Es una noche de paz!!!...
Aún no había amanecido y Fady ya estaba listo para dejar el refugio y regresar a la superficie. Era sábado y como de costumbre esperaba encontrarse a media mañana con los chicos del barrio, para ir hasta la playa a jugar con la pelota de trapo.
Los escombros en la ciudad cada día eran más notorios. Fady observaba la destrucción del barrio, sentía cierta nostalgia, pero la certeza y la seguridad en las palabras de sus padres, le hacía confiar plenamente que aquello era para construir la Nueva Ciudad. Eludiendo obstáculos alcanzó la calle principal, saltando entre los escombros, de cuando en cuando recogía retazos de tela y los amarraba con el cordel de un viejo costal que halló a la salida de su casa para ir fabricando la pelota de trapo.
A la hora de siempre llegó a la playa, y por un momento, sus vivaces ojos se fijaron en la inmensidad del mar, el rumor de las olas en su oído le producía una especie de tranquilidad que sosegaba el temor que cada noche sentía cuando ese infernal estruendo que los demoledores hacían en la superficie se filtraba por el angosto túnel, donde dormía él junto a su familia. Fady permaneció varios minutos, allí contemplando el horizonte y colocando sus diminutas manos en al arena para que los últimos suspiros de las olas le mojaran los dedos.
Unas pequeñas manos se posaron en su hombro, sacándolo de la meditación. Allí junto a él estaban Azha y Faysal listos para el juego, los demás aún no llegaban. En total eran ocho los amigos de siempre.
Los tres chicos decidieron recoger caracolas marinas, mientras esperaban la llegada de sus compañeros. La espera tardó más de lo normal. Una hora después, sin tener razón de los otros chicos, Faysal les propuso jugar a buscar rostros en las imágenes de las nubes del firmamento. Los tres tendidos boca arriba en la arena reían imaginando figuras y paisajes que comentaban con derroche de imaginación. El firmamento teñido de leves copos de algodón, tenía un intenso color azul. El sol juguetón se escondía entre las nubes.
De repente un ruido ensordecedor les hizo girar la cabeza. Atónitos vieron como las nubes se rasgaban en una estela de humo, sobre sus cabezas una parte desprendida de un avión descendía velozmente.
Luego un estruendo infernal y un fuego abrasador que los cubría, seguido de un ardor en la piel y un silencio hondo, profundo que arrasaba el mar, la playa y ese agradable rumor de olas. Fady sintió que se sumergía en un caldero ardiente, cerró sus ojos y a lo lejos divisó una luz blanca, un destello tan luminoso y brillante como jamás lo había visto en su corta vida, al fondo la Nueva Ciudad que su padre le dibujó, la misma que se iba a construir tan pronto como los "demoledores" terminaran de destruir la actual.
Fady sus ojos dulces y tiernos y observó que estaba cubierto de un manto blanco, a su lado marchaba una muchedumbre silenciosa, que lo llevaba en hombros sobre un mullido tapiz de rosas blancas. Él ahora tenía alas blancas.
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*Corán 97: 1-5