


¿Qué había pasado?.. no lo podía explicar, solo esa angustia que le recorría la piel. Respiró hondo y comenzó a recordar. Se veía allí, sentado en el sillón viendo el noticiero en la televisión, luego leyó algunas páginas de “Lo mismo de siempre” de Somerset Maugham y finalmente, bien entrada la noche, estaba frente a la computadora terminando el capítulo tercero de su próxima novela.
La imagen de esa mujer estaba allí fresca en su mente. La percibía radiante en la ventanita del chat, solo había sido un breve instante en un receso de la narración de la novela, pero su rostro se le había grabado en el alma, esa mueca mezcla de inocencia y coquetería era un elixir de embriagantes sensaciones.
De repente en medio de su tormento sonó el cristal del ventanal, el vidrio se rasgo en pedazos y en el centro del salón, atada a una piedra, observó que había un papel. De prisa, se acercó y con ansiedad lo desató, era un mensaje corto. Los rasgos finos de una letra bien dibujada denotaban una personalidad segura, apacible, y sensual.
- ¡Tengo tu sonrisa!.
- Esta noche después del noticiero leerás, el segundo párrafo del capítulo I de la novela “Cuchilladas” de Francois Mauriac[1], luego observaras que el cielo se tiñe de gris, entonces saldrás antes de que la lluvia comience a caer sobre la ciudad, te dirigirás al bar de la Estación 80. Allí en la mesa que está justo en la entrada al costado derecho esperaras.
Agitado, en medio de la ansiedad llegó, y se sentó en la mesa que la mujer le había indicado. Debió pasar casi media hora y de repente las luces del lugar se apagaron, la oscuridad fue total, sin embargo él percibió un destello carmesí entre las sombras, iluminada por una especie de aura resplandeciente el rostro hermoso de ella se acercaba sensual, su boca se depositaba en su rostro, en un beso hondo y profundo, apasionado…
La voz del empleado sonó agresiva…
- Que pena señor ya le dijimos que este café internet no es servicio de 24 horas, deje de reír tanto y por favor retírese o me veré en la obligación de llamar a la policía.
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[1] “Pero del cuerpo tendido al lado del suyo emanaba un calor excesivo; Elizabeth no oía respirar a Louis; de no ser por aquel fogón viviente que la abrazaba, la habría incluso inquietado aquel silencio, pues Louis, durante el sueño, acostumbraba a respirara agrandes intervalos y con fuerza….."