LA FUENTE DEL RECUERDO

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martes, 23 de noviembre de 2010

EL RINCON DEL CUENTO
















LA NOCHE SONREIDA

POR: FABIO RODRIGUEZ MIRANDA

Cuando se paro frente al espejo, una sensación de terror y angustia se apoderó de él, con sorpresa observó que su sonrisa no estaba en el rostro. De la nariz hacia abajo solo había un espacio sellado plano sin boca…!sin sonrisa!!.


¿Qué había pasado?.. no lo podía explicar, solo esa angustia que le recorría la piel. Respiró hondo y comenzó a recordar. Se veía allí, sentado en el sillón viendo el noticiero en la televisión, luego leyó algunas páginas de “Lo mismo de siempre” de Somerset Maugham y finalmente, bien entrada la noche, estaba frente a la computadora terminando el capítulo tercero de su próxima novela.

La imagen de esa mujer estaba allí fresca en su mente. La percibía radiante en la ventanita del chat, solo había sido un breve instante en un receso de la narración de la novela, pero su rostro se le había grabado en el alma, esa mueca mezcla de inocencia y coquetería era un elixir de embriagantes sensaciones.


Con desespero frotaba sus dedos en la superficie lisa de la piel donde antes quedaba su boca. Intentaba reconstruir, buscar una hendidura que le retornara su sonrisa, pero todo esfuerzo era inútil, estaba la piel completamente sellada.


De repente en medio de su tormento sonó el cristal del ventanal, el vidrio se rasgo en pedazos y en el centro del salón, atada a una piedra, observó que había un papel. De prisa, se acercó y con ansiedad lo desató, era un mensaje corto. Los rasgos finos de una letra bien dibujada denotaban una personalidad segura, apacible, y sensual. 


¡Tengo tu sonrisa!.


Casi al instante sonó el teléfono. Con incertidumbre tomó el auricular, del otro lado, una voz suave y pausada dijo:


- Esta noche después del noticiero leerás, el segundo párrafo del capítulo I de la novela “Cuchilladas” de Francois Mauriac[1], luego observaras que el cielo se tiñe de gris, entonces saldrás antes de que la lluvia comience a caer sobre la ciudad, te dirigirás al bar de la Estación 80. Allí en la mesa que está justo en la entrada al costado derecho esperaras.


Puso sobre su rostro un tapabocas y así estuvo sumido en la ansiedad mientras oscurecía. Las horas pasaron con apacible lentitud. Miró su reloj, eran las siete de la noche, tomó sitio en el sillón, escuchó le noticiero, leyó el pasaje de Mauriac, y con prisa se acercó a la ventana. La noche estaba radiante el horizonte iluminado por una medialuna que semejaban una amplia sonrisa en el firmamento azul intenso y cargado de estrellas, ni rasgos de nubarrones ni de lluvia, con tristeza regresó a sillón, respiro hondo y notó que la claridad de la noche disminuía. En la lejanía se percibió, de repente, una luz intensa como de un rayo en la distancia, seguido de su atronador sonido, sin duda la lluvia se acercaba. Tomó la bufanda, tapó su rostro y de prisa salió al Bar de la 80.


Agitado, en medio de la ansiedad llegó, y se sentó en la mesa que la mujer le había indicado. Debió pasar casi media hora y de repente las luces del lugar se apagaron, la oscuridad fue total, sin embargo él percibió un destello carmesí entre las sombras, iluminada por una especie de aura resplandeciente el rostro hermoso de ella se acercaba sensual, su boca se depositaba en su rostro, en un beso hondo y profundo, apasionado…

La voz del empleado sonó agresiva…


- Que pena señor ya le dijimos que este café internet no es servicio de 24 horas, deje de reír tanto y por favor retírese o me veré en la obligación de llamar a la policía.


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[1] “Pero del cuerpo tendido al lado del suyo emanaba un calor excesivo; Elizabeth no oía respirar a Louis; de no ser por aquel fogón viviente que la abrazaba, la habría incluso inquietado aquel silencio, pues Louis, durante el sueño, acostumbraba a respirara agrandes intervalos y con fuerza….."