LA FUENTE DEL RECUERDO

LA FUENTE DEL RECUERDO

miércoles, 30 de junio de 2010

EL RINCON DEL CUENTO

LA LINEA SIN FIN


Por: Fabio Rodríguez

La penumbra invadió la habitación, sobre la mesa una rosa roja, al fondo, un viejo equipo de sonido dejaba escapar las notas de una melodía de Gilberto Santa Rosa. Con la destreza de un felino, se deslizo entre las sombras, depositó su ropa en el solterón, se coloco la pijama y fue a sentarse junto a la ventana como todas las noches. Entre sus manos, las hojas frescas de eucalipto que frotaba y luego olía con ansiedad. Su aroma iba impregnando el cuarto. En los últimos días, éste ritual se repetía con rigurosa puntualidad. Era una forma de ambientar las circunstancias que le permitieran tener contacto con la mujer que en sus sueños, aparecía cada noche, desde las dos semanas anteriores. Recordaba que la primera vez que lo visitó, traía una blusa negra con escote de tipo bandeja que dejaba al descubierto parte de los hombros, su piel era tersa como un durazno, y exhalaba un delicioso aroma, casi embriagador. Sus ojos tenían esa profundidad que se percibe en altamar, cuando le miraba, sentía una especie de desnudez espiritual, como si le indagara y a la vez le advirtiera que ella sabía todo respecto a él. Ese primer encuentro fue ameno, la noche era cálida, ella mantenía una postura serena, casi altiva, tenía, en sus ademanes, una actitud de seguridad, de dominio propio que le infundía a la charla una sensación relajante, sonreía por lo general con agrado, y cuando el comentario se cargada de humor, reía de forma natural dejando al descubierto toda la sensibilidad interior que era mezcla de inocencia y a la vez de perspicacia. Su risa tenía esa inocencia casi infantil y sin ataduras, limpia espontánea, que contagiaba y admiraba a la vez. Algunas veces la conversación se centró en sus aficiones musicales. Supo entonces que la música tropical, particularmente la salsa el fascinaba. La noche transcurría, él se sumía en una especie aletargamiento. La miraba con persistencia y su hermoso rostro se filtraba por los poros y se incrustaba en su alma.

Cada noche, la ansiedad era el denominador común. Antes de cada encuentro con ella, el ritual de preparación se hacia más complejo, pues cada charla le permitía conocer detalles acerca de ella, y los utilizaba para agradarla, para prolongar esas visitas furtivas, tratando de eternizar en el tiempo su presencia.

A medida que pasaban la noches, él sentía que en su ser se desbordada toda la poesía, que desde su interior un volcán se agitaba sin parar, casi a punto de explotar. No escatimaba esfuerzo y dejaban que la magia de su imagen le invadirá el alma y le tatuara esos versos en el corazón:

Te descubro a cada instante
mi sombra, mi látigo, mi cruz
mi deliciosa rosa fragante
mi guía de amor lejano, fuego y luz.
Te descubro con mis sueños gastados
con mis retazos de días agotados
y como en un oasis de silencios
mis manos, te beben hermosa fantasía.

A veces sufría, cuando observaba que ella tenía aflicción, ese manto de tristeza que se posaba, opacando el brillo del cielo en sus ojos. Pocas veces ella acepto hablar de eso, y se mostraba evasiva, o simplemente contestaba “bobadas mías”. Él había aprendido el lenguaje del corazón y sin duda casi siempre había en esa actitud, allí, una aflicción de amor, tal vez un desencanto, un amor no correspondido que la atormentaba, y entonces se le veía distante, fría, cargada de monosílabos, pero siempre le negó que tuviera una pena de amor, o mejor que estuviera enamorada de alguien. Y de nuevo él echaba mano de su verso para no perderla, para que su sueño siguiera siendo realidad:

Una noche de horizontes ajenos
sin firmamento, ni estrellas
tiene aroma de olvido y naufragio,
mientras en lontananza tu huella
se aleja... se aleja... se aleja...

Fueron muchas noches, todas terminaban con un poema, y la mañana como una esperanza de volverla a ver. Era sin duda su Musa, como había llegado no lo sabía, pero estaba allí y eso era suficiente, vivía para esos encuentros, su creatividad estaba al ciento por ciento, la disfrutaba; escribía arrumes de cosas, las tiraba al cesto de la basura, las volvía a escribir y de nuevo al cesto, luego se reía a carcajada batiente, hasta que al fin algún escrito se quedaba y era testimonio de sus sentimientos. Se tornaba feliz y volvía a renacer.

Ella en tanto le tomaba confianza, y daba la impresión de que disfrutaba de su compañía, llegaba puntual, tomaba la rosa roja, se quitaba el saco de lana y se sentaba frente a él. Desde allí le saludaba, enviándole un beso, soplando la palma de su mano. La conversación fluía: las tormentas de lo cotidiano, la interioridad del ser humano, las destrezas contra la aflicción, terapias de meditación para elevar el estado de ánimo, los comentarios jocosos, a veces solían intercambiar retazos de canciones y mil cosas más. Las palabras se hacían más íntimas y la confianza tenía aroma de afecto. Cada nuevo encuentro era oportunidad de plasmar en el papel un nuevo verso:

Esta noche te busco entre mis recuerdos
te presiento ardiente entre mi piel
en el camino de mis versos.
Es posible que esta madrugada
llegues aquí, radiante y victoriosa,
invadiéndolo todo, desde tus ojos
desde el paraíso de tus sentidos.

Él había tomado la decisión de prolongar, esos encuentros y hacerlos mas frecuentes, se había propuesto buscarla al día siguiente para compartir esas horas de atardecer que nunca habían sido posibles, pues sus encuentros siempre se sucedían en el horizonte del manto de la noche.

La Tarde se había teñido de gris, los nubarrones eran, en aquella época del año, comunes a esa hora, más tarde sin duda, una llovizna empezaría a danzar en medios de los paraguas, filtrándose al piso, con febril malicia. La inquietud era el denominador de su estado de ánimo aquella tarde. Sabía donde era posible encontrarla, por algunos comentarios en noches de diálogos prolongados tenía la información de la hora a la cual saldría para su casa, Ella le había contado muchas veces esa rutina, tomar el transporte al salir en la tarde. Decidió apostarse en la estación del trasmilenio para esperar allí el momento en que ella abordaría el transporte. La hora y la lluvia, que se acrecentaba, iban poco a poco congestionado la estación, a veces la muchedumbre se hacia insoportable y le entonces le asaltaba la duda de que ella no llegara allí ese día, sin embargo se reconfortaba pensando que en la noche le vería de nuevo, también era motivo de preocupación que en medio de tanta gente, no la pudiera ver, entonces se ponía alerta y tomaba una actitud nerviosa. La cual no pasaba desapercibida para la gente que a esa hora transitaba. No había lugar a dudas, el aroma de su piel se podía palpar a metros, su sonrisa, el tono de su voz, su sensual figura sus ojos profundos, no, no podía pasar desapercibida, su cabello abundante con el cual jugueteaba de manera coqueta, se podía percibir en la distancia sin equivocación, y su infinita y contagiosa alegría que era un himno alegría a la vida.

Entre el bullicio de la gente, se percato de su presencia, con rapidez de felino, como si se le fuera a escapara se acercó. Era tal su alegría, que su actitud se torno fuera de control. Hablaba sin parar, atropellaba las frases, con extremada ansiedad. Luego se reía, la contemplaba, le recitaba versos de los tantos que había escrito, volvía a hablar sin parar, y de nuevo reía. Era una imagen mezcla de desesperación y alegría de infinita alegría, cada poro de su piel exhalaba esa intensa sensación de un placer sin medida.

Debieron pasar muchas horas, la cuidad se escondía en el manto negro de las noche, la lluvia había cesado, ya nadie transitaba por la estación. Con precaución el policía bachiller se acercó.

- Perdón señor, si desea le regalo el afiche de la modelo, quedó espectacular en esa foto, pero mañana van a cambiar esa publicidad, así que si quiere se lo puede llevar para su casa, pero por favor, aquí usted ya no puede estar, es hora de cerrar, váyase a descansar.

La sirena de la ambulancia recorrió la ciudad de forma rápida, en la vía se observaba el brillante tapiz que dejaba la lluvia sobre el pavimento. Él, amarrado de pies y manos seguía recitando versos y estallando en carcajadas por instantes. La ambulancia atravesó el portón del Hospital psiquiátrico, a lo lejos un perro callejero daba ladridos que eran hondos quejidos

lunes, 28 de junio de 2010

SEGUIR O DESERTAR..HE AHÍ LA CUESTIÓN...




DESERCIÓN ESTUDIANTIL EN LA EDUCACION SUPERIOR EN COLOMBIA.....................

El referente más antiguo que tiene relación con la deserción estudiantil en Colombia, data de 1969, con base en un estudio de un grupo de investigadores auspiciados por la Universidad Nacional de Colombia, que evidenció que éste problema se puede definir y está ligado al hecho de que el número de estudiantes matriculados en la Universidad Nacional no siga la trayectoria normal de su carrera, bien sea por retirarse de ella, o por demorar más tiempo que el previsto en finalizarla, es decir, por repetir cursos.


Los análisis de la deserción estudiantil en la educación superior en Colombia, señalan, que éste es un fenómeno polivalente, donde intervienen factores familiares, individuales propios del sector, económicos y sociales. Desde el ámbito individual, inciden dos variables para el diagnóstico, los cuales tiene que ver con factores asociados a procesos psicológicos y académicos. El factor psicológico involucra entonces, la baja autoestima; la suma de un consumismo cultural, intelectual y social que inciden de forma directa creando una inactividad y pasividad frente a la toma de decisiones personales y frente a lo que les ocurre; los hábitos de estudio; la tolerancia y la persistencia frente a la frustración; las expectativas y los valores personales frente a la academia y a la sociedad; el modelo de estilo cognitivo que es desconocido para ello y aún para los docentes; la baja reflexión y la mentalidad carente de critica; el autoconocimiento, la edad, la tendencia de resistencia a la autoridad, y las expectativas al egresar.

Aunque la literatura al respecto es un tanto escasa, algunos referentes de investigaciones juiciosas dan el marco de comprensión de tema. Jorge Enrique Rodríguez Roa definió cuatro tipos de deserción estudiantil: a) deserción o mortalidad estudiantil absoluta, es el número de estudiantes que por causas académicas u otras causas se retiran de la Universidad; b) deserción o mortalidad estudiantil relativa, como la proporción entre los estudiantes que se retiran y el total de los matriculados; c) deserción académica absoluta, es el número de estudiantes que no pasan el semestre académico siguiente a aquel en el cual están matriculados, ya sea por que se retiraron de la universidad o por que perdieron cursos y no alcanzaron a acumular el total de créditos requeridos para avanzar al siguiente semestre; y d) deserción académica relativa, la relación entre el número de estudiantes que no pasen al semestre académico siguiente, respecto del total de matriculados en cualquier semestre académico.

En la presente década (2004) se llevó a cabo la primera gran medición del fenómeno de la deserción en el sistema de educación superior del país. La realizó el Ministerio de Educación Nacional, que contrató para tal fin al Centro de Estudios de Desarrollo Económico, CEDE, de la Universidad de los Andes. Es a la fecha, el más completo estudio sobre abandono universitario en Colombia.

Este seguimiento tuvo la mayor cobertura, tanto en número de estudiantes (2.200.000) como en el de universidades (todas las Instituciones de Educación Superior, IES, en el país) y buscó caracterizar el fenómeno. La metodología permitió medir los principales indicadores de todos los estudiantes matriculados en el nivel de pregrado, desde primer semestre de 1998 hasta el segundo semestre del 2007 en universidades e instituciones tecnológicas y técnicas, tanto públicas como privadas. De ahí en adelante, las cifras se han ido actualizando hasta el primer semestre del 2009 y actualmente se hace seguimiento a más de 2.500.000 estudiantes.


El Estudio arrojó, entre otros resultados, que la deserción en la educación superior en Colombia fluctúa entre el 45 y 50 por ciento. Lo anterior, y teniendo en cuenta que la tasa bruta de matrícula en las IES es del 35,5 por ciento actualmente, quiere decir que de cada 100 colombianos, 35 ingresan a la universidad y de estos, entre 16 y 17 no concluyen sus estudios en este nivel.

Teniendo en cuenta esta valoración, de acuerdo con el estudio, los estudiantes clasificados con Icfes altos presentan la deserción más baja, con un 35 por ciento. En contraste, en los que registraron resultados bajos en el examen de Estado, la tasa de abandono llega al 70 por ciento.

Respecto a la causa económica, el estudio mostró que esta “discrimina” menos que la razón académica. Entonces, por ejemplo, la tasa deserción promedio en una persona con altos ingresos es del 40 por ciento, mientras que esta tasa para un estudiantes de bajos ingresos es del 60 por ciento. Al comparar a un estudiante con altos ingresos y uno con bajos ingresos con un alto Icfes, la diferencia no supera los 5 puntos porcentuales. Igual tendencia se ve si se coteja el perfil de dos personas de origen diferente, pero con un resultado bajo en el examen de Estado.

Por género, las estadísticas muestran que el abandono estudiantil en las universidades afecta principalmente al hombre. De acuerdo con los resultados del estudio, las mujeres tienen menos riesgo de abandonar.

En cuanto a la naturaleza de las instituciones de educación superior, se establece que la deserción es mayor en las instituciones de tipo privado que en las públicas, aunque, en el último tiempo, según lo revela el estudio, los niveles tienden a nivelarse. Indica que es necesario tener en cuenta que la mayor ampliación de cobertura de los últimos 8 años se ha focalizado en el sistema público.

Por áreas del conocimiento, la deserción es superior en las áreas como Ingeniería y Arquitectura. En contraste, el menor abandono estudiantil se registra en ciencias de la salud, debido, en gran medida, a que los estudiantes que estudian carreras, como medicina, tienen un alto examen de Estado. En adición, se encontró que los estudiantes de estas áreas son muy motivados”.

Otra cifra mostró que el momento en el que se presenta mayor deserción es al comienzo de los programas. El 37 por ciento del total de desertores de las instituciones lo hace en el primer semestre y más de la mitad de quienes abandonan se ha ido en los tres primeros semestres. Es sorprendente y se deben prender las alarmas, frente al hecho de que la mayoría de los muchachos se va, no por recursos, sino por falta de capacidad académica, siendo la segunda causa descubierta, la económica y la tercera por factores relacionados con problemas en el ámbito familiar.

domingo, 27 de junio de 2010

EL RINCON DEL CUENTO


PURPURA….
Por Diana Rojas*

Me he acostado durante doce años todas las noches en esta misma cama. Ella adopta la misma posición mientras duerme. Quieta, su respiración pausada. Debe llevar una vida tranquila en el día, cuando no estamos juntos. La imagino sacando a pasear el perro, luego volver y comentar algo con la vecina, subir al apartamento y prepararse una taza de café y sintonizar la radio. Si, definitivamente debe comportarse bien en el día, ya que cuando regreso a casa, ésta está completamente limpia y la comida lista para ser servida. Un mechón de cabello se posa en su rostro, lo retiro cuidadosamente con dos dedos para evitar despertarla. Ella no se ha dado cuenta pero hace más de tres meses que no puedo dormir a su lado. Me levanto todas las noches, su sueño pesado me ayuda a conservar mi intimidad. Camino hasta la sala, me agrada ver el movimiento de las cortinas cuando entra el aire por la ventana. Sirvo un cognac, prendo un cigarrillo y ubico mis pies en el borde de la mesa. Me relajo. No me atrevo a estar mucho tiempo con mis pensamientos, así que apenas termino mi trago enciendo el ordenador y tecleo las ideas atropelladas que salen de mi mente. Me asusta lo que pasa cuando las leo, deseo realizarlas.

Son las 4:30 pm, estoy en la esquina de la calle 71 con novena. Como de costumbre ella se ha retrasado más de quince minutos. Desciende del taxi y me acerco al chofer para pagar la carrera. No me fijo en ella hasta que el taxi se ha ido. Está preciosa. Trae el cabello suelto en ondas desordenadas que caen sobre su pecho y su vestido púrpura se ciñe al cuerpo resaltando su cuidada figura. La tomo de la mano y beso su mejilla. No pronunciamos palabra hasta que comenzamos a caminar. Caminar casi siempre facilita la conversación. Le ofrezco un café pero ella se niega. El objetivo es claro. Insisto, ella sonríe y su gesto me da la aprobación.

Es casi media noche y el taxi ya nos ha dado vueltas por toda la ciudad. Me impacienta el hecho de no encontrar un sitio privado para estar con ella. Veo que sus ojos se apagan lentamente. Siente la misma decepción que yo. Su mirada recrimina la invitación a aceptar el café. Decido que nos deje en la Avenida Circunvalar con Calle 26. Hay poca luz y hace frío. Le coloco mi chaqueta sobre los hombros. Caminamos dos cuadras y comienzo a besarla, ella me responde con pasión. Deslizo mi mano bajo su falda, su piel erizada se amolda a mis caricias y va cediendo poco a poco. Suavemente le doy la vuelta, sin dejar de besarla. Ahora tengo su cuello a mi disposición y sus senos a mi alcance. Se deja llevar. El saco cae de su espalda y termina en el piso. Bajo la cremallera del vestido y la desnudo. No trae ropa interior puesta. Es atrevido hacerlo en la calle pero no veo actividad humana. Así que desabrocho mi pantalón y accedo a ella por la espalda. Sus nalgas golpean mis caderas, muerde mis brazos. Y todo va bien hasta que insiste en que deje a mi esposa. Se mueve con más furia mientras pronuncia ésto. Cree que la pasión mueve mi cabeza. Con voz entrecortada y entre gemidos me pide que lo haga o ella se encargará. Le susurro al oído: “esto me lo contó un amigo, se siente más placer cuando la asfixia acompaña el orgasmo”. Mi mano aprieta su cuello, acerco su cadera hacia mí con fuerza, la muevo con deseo. Su mano toma mi mano para evitar que le haga daño. Pero no puedo impedirlo. Ya es tarde. Hay un deseo irrefrenable de seguir y solo me detengo cuando su cuerpo se desploma y cae al suelo. Aún respira y su rostro está contraído en una mueca de dolor que satisface mucho más mis deseos. Me organizo el traje. Recojo la chaqueta y me la coloco. Solo hasta ese momento me agacho para acompañarla. Trata de sonreírme. Siente al igual que yo que fue una buena experiencia. Lo que no sabe es que para mí no ha terminado. Estira su brazo, intenta tomar su vestido pero lo hago por ella. Su manga enredada en el cabello no deja que acceda a él completamente. Rápidamente la entrelazo en su cuello y sin que ella lo note la ajusto. Termino de una buena vez con su existencia.

Hace tres meses que me siento en el ordenador a escribir estas ideas. Me perturba recordar el crimen y el abandono cruel que hice al cuerpo. Durante este tiempo mi estrategia es clara, mis tácticas bien definidas. Lo haré de nuevo y de la misma manera esta misma noche. La tomaré por la espalda y la haré mía como no lo he hecho estos últimos doce años y terminaré con su pasiva vida mientras me sonríe. Sirvo el último trago y me lo bebo hasta el fondo. Mientras bajo el vaso la veo de pie frente a mí y de la impresión lo suelto. Podría jurar que estaba dormida. Mis manos han empezado a temblar, siento escalofríos en todo el cuerpo y el licor devolverse por la garganta que se cierra al paso del aire. Caigo presurosamente del sillón y noto hasta ese momento que la pijama que ella trae puesta es también de color púrpura.

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Diana Rojas. Graduada en Ciencias Jurídicas de la Universidad Libre de Colombia, Abogado Litigante - Investigadora - Actualmente prepara un libro sobre Programas de los Partidos Políticos en Colombia con el H. Magistrado del Consejo Superior de la Judicatura Pedro Zanabria