

Por: ANGELA ESTEBAN*
Pensar a Bogotá, sin la huella de la poesía, es desconocer la importancia que éste género de la literatura representa en el ideario colectivo de la cuidad.
Como un fantasma, especialmente en las antiguas calles de la Candelaria, ronda ese sabor de tertulia literaria que fue característica del movimiento literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando la esfera del tiempo libre no había sido ocupada por el desarrollo tecnológico, es decir la radio, la Tv, el cine y más reciente los medios virtuales de comunicación.
La “Gruta Simbólica”
No en vano, la ciudad, fue llamada “La Atenas Suramericana”, frase atribuida al escritor argentino Miguel Cané, quien en 1883, en un recorrido por Bogotá, se asombra del nivel intelectual que se respiraba en la cuidad, especialmente, al rededor de la tertulia literaria llamada “La Gruta Simbólica”, que para algunos investigadores, está considerada como la transición entre la reunión familiar y la actividad pública de la poesía. Sus contertulios fueron, poco a poco, llenando espacios de la ciudad para sus actividades literarias y la lectura de sus versos. Bares, cantinas y piqueteaderos, como “La Botella de Oro”, “La Rosa Blanca”, “La Cuna de Venus”, “La Gata Golosa” y especialmente “La Gran Vía”, se convirtieron en centro de la actividad cultural de la época . Puede decirse que es un período de oro en las letras de la ciudad y del país, nombres como Rafael Pombo, José Asunción Silva, José María Vergara y Vergara, José Eustasio Rivera, Tomás Carrasquilla, hacen que la ciudad sea conocida y mirada con respeto en el ámbito internacional.
Después de un largo proceso de guerras civiles en el siglo XIX, el siglo XX, inicia con un ambiente de paz relativa, dominada por las ideas conservadoras. El arte y particularmente la literatura se vuelve centro de debate estético y político. “Los Nuevos” dieron a la ciudad una actividad más reposada de la creación literaria, y su ejercicio literario se hacia más desde la prensa y en la revistas especializadas.
La ciudad comienza a notar un cambio en su modelo de desarrollo. Las librerías irrumpen como espacio de encuentro de los poetas y escritores y aunque persistía la costumbre de la tertulia, ésta se hizo más frecuente en los cafecitos de la carrera séptima, donde al calor de un tinto, en las horas de la mañana se reunían poetas y políticos a debatir las cosas del diario acontecer. "Los Nuevos" se concentraron en la edición de su revista. El poeta Rafael Maya al declararse miembro de esta agrupación dice: “hago parte de esta generación por edad y por el espíritu y por el desprendimiento estético”. Juan Gustavo Cobo Borda dice que la generación de "Los Nuevos" es la expresión de la gente joven que se apresta a tomar el poder, bajo el pretexto de renovar las letras patrias.
Los “Piedracelistas”
Hacia 1930, aparece un nuevo grupo de poetas y escritores que toman el nombre de Piedra y Cielo. "Los Piedracelistas", publican un total de siete cuadernos, impresos en los talleres de la editorial Centro de Bogotá, bajo el auspicio del poeta Jorge Rojas. Este es un período de mucha actividad política en la ciudad de Bogotá, epicentro del acontecer nacional, el Partido Liberal acaba de asumir la presidencia, después de 40 años de mandatos conservadores. La llamada “revolución en marcha“ agita todo el andamiaje cultural, la ideas de renovación, van desde la postura de Germán Arciniegas en contra del daño causado a América por la conquista española, hasta la novedosas tesis jurídica de Jorge Eliécer Gaitán y las reformas en la educación y en el modelo económico. Bogotá se vuelve más cosmopolita, y a su vez se entroniza la radio como medio vital de comunicación. Cobra auge la vida intelectual en la Biblioteca Nacional, con tertulias, lecturas de poemas, y el Teatro tiene asomos de vitalidad.
El café “El Automático”: La bohemia del arte
El Café Automático, ubicado en la Avenida Jiménez entre la carrera quinta y sexta, convirtió, en 1948, en el lugar de encuentro y discusión de artistas, poetas, políticos y periodistas. Personalidades como Jorge Zalamea, Henando Téllez, Germán Espinosa, Rogelio Echavarría, Alejandro Obregón, Fernando Botero, Omar Rayo, Ignacio Gómez Jaramillo, Juan Lozano y Lozano, Arturo Camacho Ramírez, Luis Vidales, Jorge Gaitán Duán y León de Greiff entre muchos otros, encontraron en este espacio un refugio para discutir y debatir acerca del régimen político de la época, los movimientos artísticos y la literatura. Aunque no era usual la asistencia de mujeres, los asistentes recuerdan la presencia de Emilia Umaña, Lucy Tejada, Dora Castellanos, Maruja Vieira, Judith Márquez y Cecilia Porras. Entre los antecedentes del café había personajes y muchos políticos, lo que llevó a que se convirtiera en algo más importante que un ambiente literario. Fue allí donde produjo la simbiosis entre política y literatura
La generación de “Mito”, realidad convertida en poesía
Al iniciarse la segunda mitad del siglo XX, la situación política estaba signada por el fantasma de la violencia en los campos y en las ciudades. En Bogotá el acontecer cultural, particularmente la poesía, tiene un sentido más realista y menos espiritual. La inspiración poética se basa en hechos de la cotidianidad, recreados por el lenguaje poético. Surge la literatura del testimonio de la violencia. Bogotá deambula como una mujer sumisa en pos de su príncipe azul, lo hallará en primer lugar en la cátedra universitaria y en las revistas culturales y de debate en torno a la crítica del arte. La generación de “Mito” , se reconoce como los escritores e intelectuales congregados alrededor de la revista “Mito”, fundada en 1956 por Jorge Gaitán Durán. La prensa, particularmente el periódico “El Tiempo” y “El Espectador”, despliegan una importante actividad cultural en sus magazines dominicales. La cultura de Bogotá se filtra con el acontecer del mundo en esta materia, gracias a estos espacios de la prensa. “Mito” tuvo la característica de que en su mesa se sentaron a más de los poetas, importantes intelectuales iberoamericanos, pero también académicos, historiadores, y gentes con un alto interés cultural. Se pueden destacar entre lo más representativos de esta generación a Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Alvaro Mutis, Fernando Charry Lara, Héctor Rojas Herazo.
“El Nadaismo” y la apología del sexo y la marihuana.
La década de los años 60, marca toda una senda de cambios en el mundo. La revuelta de los estudiantes en París del 68. La protesta de los estudiantes norteamericanos en contra de la guerra en Vietnam, y la aparición del “Hippismo” como forma de vida frente a dinámica política del mundo, signada por la “guerra fría”. Bogotá no es ajena a estos fenómenos, y las comunas de hippies hacen su aparición, inicialmente a lo largo de la calle 60 entre carreras séptima y carrera trece. Allí, el germen de la vida comunitaria, se plasma en los toldos que jóvenes instalan en el parque de la 7ª con calle 60 y donde al ritmo de la Marihuana y del LSD, hace suya la consigna de “Hagamos el amor y no la Guerra”, que fue el grito de rechazo de los jóvenes norteamericanos frente a la guerra de Vietnam. Posteriormente y como consecuencia de fuertes enfrentamientos policiales, el gobierno opta por concentrar las “comunas” en una calle estratégica entre la carrera 7ª y la carrera quinta, con calle 34, calle contigua al actual colegio Camilo Torres. El arte hizo parte de esta corriente en su aspecto material a través de la artesanía en su indumentaria y desde el espiritual con su proclamas de ruptura con la sociedad del momento, pero que casi siempre estaban marcadas por el escándalo, que era una constante frente a los valores morales tanto religiosos como políticos y culturales. El primer manifiesto de Gonzalo Arango en la ruta de Jean Paul Sartre hace eco de la frase. “el hombre es una pasión inútil”. Los más sobresalientes escritores son: Gonzalo Arango. Jota Mario Arbeláez, Elmo Valencia, Jaime Jaramillo Escobar (X504), Amilcar Osorio, Humberto Navarro, entre los más importantes .
La generación de “Golpe de dados”: el oficio poético de síntesis
Los poetas postnadistas, de la década de los años 70, van recogiendo la enseñanzas y experiencias de de sus antecesores, la postura rebelde irónica del nadaísmo y la intención realista de Mito. El llamado “Boom latinoamericano”, marca la senda de la novela y del cuento. La poesía propugna por una búsqueda que le permita mantenerse en una sociedad cada vez más permeada por la irrupción de los medios masivos de comunicación. La televisión y por la dinámica de la farándula, con lo cual la poesía subyace en un mundo cada vez mas estrecho y alejada del oído de la sociedad. Algunos autores señalan que esta generación también puede llamarse de los poetas clandestinos, también suele asignársele el nombre de contemporáneos, los más destacados son Elkin Restrepo, William Agudelo, Henry Luque Muñoz, Álvaro Miranda, Augusto Pinilla. David Bonells, Darío Jaramillo, Giovanni Quessep, Juan Manuel Roca, María Mercedes Carranza, Piedad Bonells, Anabel Torres, William Ospina, entre otros.
Actualmente los creadores de poesía no se agrupan en ningún movimiento, por lo menos no se ha marcado una tendencia en ese sentido, sin embargo el contenido de sus versos es más libre de ataduras con las normativas de la estética que impuso el modernismo y desde el punto de vista temático también es más versátil y aborda una mayor riquezas de opciones.
La ciudad tiene un aroma de eucalipto, que flota en el ambiente y que viene acompañado del recuerdo de los versos que sus callejones, sus mujeres, sus casas, sus gentes han hecho inspirar a ese cúmulo de poetas, que han tenido renombre universal. La poesía esta ligada a la vida y a la memoria colectiva de Bogotá, recorre sus calles como un fantasma a la caza de nuevos versos, para ser entregados a la sociedad en foros, concursos, encuentros, festivales, en la red, en el sitio donde haya un oído y uno ojo dispuesto a disfrutarlo. La poesía esta viva... ¡Viva la poesía”.
Como un fantasma, especialmente en las antiguas calles de la Candelaria, ronda ese sabor de tertulia literaria que fue característica del movimiento literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando la esfera del tiempo libre no había sido ocupada por el desarrollo tecnológico, es decir la radio, la Tv, el cine y más reciente los medios virtuales de comunicación.
La “Gruta Simbólica”
No en vano, la ciudad, fue llamada “La Atenas Suramericana”, frase atribuida al escritor argentino Miguel Cané, quien en 1883, en un recorrido por Bogotá, se asombra del nivel intelectual que se respiraba en la cuidad, especialmente, al rededor de la tertulia literaria llamada “La Gruta Simbólica”, que para algunos investigadores, está considerada como la transición entre la reunión familiar y la actividad pública de la poesía. Sus contertulios fueron, poco a poco, llenando espacios de la ciudad para sus actividades literarias y la lectura de sus versos. Bares, cantinas y piqueteaderos, como “La Botella de Oro”, “La Rosa Blanca”, “La Cuna de Venus”, “La Gata Golosa” y especialmente “La Gran Vía”, se convirtieron en centro de la actividad cultural de la época . Puede decirse que es un período de oro en las letras de la ciudad y del país, nombres como Rafael Pombo, José Asunción Silva, José María Vergara y Vergara, José Eustasio Rivera, Tomás Carrasquilla, hacen que la ciudad sea conocida y mirada con respeto en el ámbito internacional.
Después de un largo proceso de guerras civiles en el siglo XIX, el siglo XX, inicia con un ambiente de paz relativa, dominada por las ideas conservadoras. El arte y particularmente la literatura se vuelve centro de debate estético y político. “Los Nuevos” dieron a la ciudad una actividad más reposada de la creación literaria, y su ejercicio literario se hacia más desde la prensa y en la revistas especializadas.
La ciudad comienza a notar un cambio en su modelo de desarrollo. Las librerías irrumpen como espacio de encuentro de los poetas y escritores y aunque persistía la costumbre de la tertulia, ésta se hizo más frecuente en los cafecitos de la carrera séptima, donde al calor de un tinto, en las horas de la mañana se reunían poetas y políticos a debatir las cosas del diario acontecer. "Los Nuevos" se concentraron en la edición de su revista. El poeta Rafael Maya al declararse miembro de esta agrupación dice: “hago parte de esta generación por edad y por el espíritu y por el desprendimiento estético”. Juan Gustavo Cobo Borda dice que la generación de "Los Nuevos" es la expresión de la gente joven que se apresta a tomar el poder, bajo el pretexto de renovar las letras patrias.
Los “Piedracelistas”
Hacia 1930, aparece un nuevo grupo de poetas y escritores que toman el nombre de Piedra y Cielo. "Los Piedracelistas", publican un total de siete cuadernos, impresos en los talleres de la editorial Centro de Bogotá, bajo el auspicio del poeta Jorge Rojas. Este es un período de mucha actividad política en la ciudad de Bogotá, epicentro del acontecer nacional, el Partido Liberal acaba de asumir la presidencia, después de 40 años de mandatos conservadores. La llamada “revolución en marcha“ agita todo el andamiaje cultural, la ideas de renovación, van desde la postura de Germán Arciniegas en contra del daño causado a América por la conquista española, hasta la novedosas tesis jurídica de Jorge Eliécer Gaitán y las reformas en la educación y en el modelo económico. Bogotá se vuelve más cosmopolita, y a su vez se entroniza la radio como medio vital de comunicación. Cobra auge la vida intelectual en la Biblioteca Nacional, con tertulias, lecturas de poemas, y el Teatro tiene asomos de vitalidad.
El café “El Automático”: La bohemia del arte
El Café Automático, ubicado en la Avenida Jiménez entre la carrera quinta y sexta, convirtió, en 1948, en el lugar de encuentro y discusión de artistas, poetas, políticos y periodistas. Personalidades como Jorge Zalamea, Henando Téllez, Germán Espinosa, Rogelio Echavarría, Alejandro Obregón, Fernando Botero, Omar Rayo, Ignacio Gómez Jaramillo, Juan Lozano y Lozano, Arturo Camacho Ramírez, Luis Vidales, Jorge Gaitán Duán y León de Greiff entre muchos otros, encontraron en este espacio un refugio para discutir y debatir acerca del régimen político de la época, los movimientos artísticos y la literatura. Aunque no era usual la asistencia de mujeres, los asistentes recuerdan la presencia de Emilia Umaña, Lucy Tejada, Dora Castellanos, Maruja Vieira, Judith Márquez y Cecilia Porras. Entre los antecedentes del café había personajes y muchos políticos, lo que llevó a que se convirtiera en algo más importante que un ambiente literario. Fue allí donde produjo la simbiosis entre política y literatura
La generación de “Mito”, realidad convertida en poesía
Al iniciarse la segunda mitad del siglo XX, la situación política estaba signada por el fantasma de la violencia en los campos y en las ciudades. En Bogotá el acontecer cultural, particularmente la poesía, tiene un sentido más realista y menos espiritual. La inspiración poética se basa en hechos de la cotidianidad, recreados por el lenguaje poético. Surge la literatura del testimonio de la violencia. Bogotá deambula como una mujer sumisa en pos de su príncipe azul, lo hallará en primer lugar en la cátedra universitaria y en las revistas culturales y de debate en torno a la crítica del arte. La generación de “Mito” , se reconoce como los escritores e intelectuales congregados alrededor de la revista “Mito”, fundada en 1956 por Jorge Gaitán Durán. La prensa, particularmente el periódico “El Tiempo” y “El Espectador”, despliegan una importante actividad cultural en sus magazines dominicales. La cultura de Bogotá se filtra con el acontecer del mundo en esta materia, gracias a estos espacios de la prensa. “Mito” tuvo la característica de que en su mesa se sentaron a más de los poetas, importantes intelectuales iberoamericanos, pero también académicos, historiadores, y gentes con un alto interés cultural. Se pueden destacar entre lo más representativos de esta generación a Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Alvaro Mutis, Fernando Charry Lara, Héctor Rojas Herazo.
“El Nadaismo” y la apología del sexo y la marihuana.
La década de los años 60, marca toda una senda de cambios en el mundo. La revuelta de los estudiantes en París del 68. La protesta de los estudiantes norteamericanos en contra de la guerra en Vietnam, y la aparición del “Hippismo” como forma de vida frente a dinámica política del mundo, signada por la “guerra fría”. Bogotá no es ajena a estos fenómenos, y las comunas de hippies hacen su aparición, inicialmente a lo largo de la calle 60 entre carreras séptima y carrera trece. Allí, el germen de la vida comunitaria, se plasma en los toldos que jóvenes instalan en el parque de la 7ª con calle 60 y donde al ritmo de la Marihuana y del LSD, hace suya la consigna de “Hagamos el amor y no la Guerra”, que fue el grito de rechazo de los jóvenes norteamericanos frente a la guerra de Vietnam. Posteriormente y como consecuencia de fuertes enfrentamientos policiales, el gobierno opta por concentrar las “comunas” en una calle estratégica entre la carrera 7ª y la carrera quinta, con calle 34, calle contigua al actual colegio Camilo Torres. El arte hizo parte de esta corriente en su aspecto material a través de la artesanía en su indumentaria y desde el espiritual con su proclamas de ruptura con la sociedad del momento, pero que casi siempre estaban marcadas por el escándalo, que era una constante frente a los valores morales tanto religiosos como políticos y culturales. El primer manifiesto de Gonzalo Arango en la ruta de Jean Paul Sartre hace eco de la frase. “el hombre es una pasión inútil”. Los más sobresalientes escritores son: Gonzalo Arango. Jota Mario Arbeláez, Elmo Valencia, Jaime Jaramillo Escobar (X504), Amilcar Osorio, Humberto Navarro, entre los más importantes .
La generación de “Golpe de dados”: el oficio poético de síntesis
Los poetas postnadistas, de la década de los años 70, van recogiendo la enseñanzas y experiencias de de sus antecesores, la postura rebelde irónica del nadaísmo y la intención realista de Mito. El llamado “Boom latinoamericano”, marca la senda de la novela y del cuento. La poesía propugna por una búsqueda que le permita mantenerse en una sociedad cada vez más permeada por la irrupción de los medios masivos de comunicación. La televisión y por la dinámica de la farándula, con lo cual la poesía subyace en un mundo cada vez mas estrecho y alejada del oído de la sociedad. Algunos autores señalan que esta generación también puede llamarse de los poetas clandestinos, también suele asignársele el nombre de contemporáneos, los más destacados son Elkin Restrepo, William Agudelo, Henry Luque Muñoz, Álvaro Miranda, Augusto Pinilla. David Bonells, Darío Jaramillo, Giovanni Quessep, Juan Manuel Roca, María Mercedes Carranza, Piedad Bonells, Anabel Torres, William Ospina, entre otros.
Actualmente los creadores de poesía no se agrupan en ningún movimiento, por lo menos no se ha marcado una tendencia en ese sentido, sin embargo el contenido de sus versos es más libre de ataduras con las normativas de la estética que impuso el modernismo y desde el punto de vista temático también es más versátil y aborda una mayor riquezas de opciones.
La ciudad tiene un aroma de eucalipto, que flota en el ambiente y que viene acompañado del recuerdo de los versos que sus callejones, sus mujeres, sus casas, sus gentes han hecho inspirar a ese cúmulo de poetas, que han tenido renombre universal. La poesía esta ligada a la vida y a la memoria colectiva de Bogotá, recorre sus calles como un fantasma a la caza de nuevos versos, para ser entregados a la sociedad en foros, concursos, encuentros, festivales, en la red, en el sitio donde haya un oído y uno ojo dispuesto a disfrutarlo. La poesía esta viva... ¡Viva la poesía”.
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* Angela Esteban. -Ibague- (Tolima)- Facultad de Derecho Universidad Católica de Colombia